2.2. Obras más importantes de Leopolda Alas Clarín
Entre las obras de Leopoldo Alas Clarín encontramos
novelas, ensayos, obras periodísticas, obras críticas y cuentos.
Algunas de sus obras mas destacadas son:
En primer lugar La Regenta
Otras obras de Leopoldo Alas son: Doña Berta, Su
único hijo, El Gallo de Sócrates y Su perchería, Cuentos
Morales, El señor y lo demás son cuentos etc.
Únicamente explicare los tres primeros junto a La
regenta.
La regenta.
La Regenta es, sin duda, la obra maestra de Clarín y una
de las novelas más importantes de la literatura española. En ella se retrata en
toda su complejidad una ciudad de provincias, Vetusta (nombre tras el que e
esconde Oviedo), en la que está representada la sociedad española de la
Restauración. Clarín somete a una irónica crítica a todos los estamentos de la
ciudad: la aristocracia decadente, el clero corrupto, las damas hipócritas, los
partidos políticos. Todo ello conforma una atmósfera social asfixiante,
opresiva, con la que choca la protagonista, Ana Ozores. Su temperamento
sensible y soñador la lleva a refugiarse en el misticismo, pero su confesor, el
canónigo Fermín de Pas, la decepciona cuando intenta aprovecharse de ella. Cae
entonces en brazos de Álvaro Mesía, un mediocre don Juan, con el que vivirá una
relación amorosa que no resultará ser más que un sucedáneo de sus ideales
románticos. En el enfrentamiento entre Ana y Vetusta, la primera acabará siendo
vencida, y, en consecuencia, marginada. La importancia de la presión ambiental,
social, sobre la protagonista acerca la novela a las teorías del Naturalismo.
Doña Berta
Clarín nos narra la historia de una vieja dama solitaria
que reside con su criada en el último rincón de Asturias. Resulta ser la última
superviviente de una familia tradicionalista. Ha permanecido siempre soltera,
pero no virgen pues tuvo un hijo fruto de un fugaz idilio con un capitán
liberal que recogió herido durante la primera guerra carlista. El capitán
prometió volver para casarse con ella, pero murió en la guerra, y cuando ella
dio a luz, sus hermanos se llevaron al niño y nunca más volvió a verlo.
Un día la mujer conversa con un pintor que anda en busca
de paisajes para inspirar sus cuadros. Congenian y ella le revela su secreto.
El pintor le cuenta la historia de otro capitán que murió en una guerra
posterior cuando todavía debía dinero a un amigo. Días después envía a doña
Berta el retrato que le ha hecho a ella y también una copia en miniatura del
retrato que hizo a aquel capitán. Al ver el rostro de éste, la anciana
comprueba que hay un gran parecido con el capitán a quien ella amó, y deduce
que es el hijo de ambos.
Su único hijo.
Superando la posición fija del narrador tradicional, y en
la línea de la mejor novela europea de la época, cambia aquí constantemente el
punto de vista y proyecta sobre la vida una mirada irónica que, al tiempo que
la ilumina, la hace problemática La hispanista norteamericana Carolyn Richmons,
gran conocedora de la novela del siglo XIX, , y especialista en Clarín, afrece
un análisis cuidadoso de esta singular obra.
El gallo de Sócrates.
En la cárcel de Atenas, tumbado en el lecho, con el
rostro cubierto por un velo, esperaba Sócrates, tranquilo y callado, los
efectos últimos de la fatal cicuta. Atrás quedaban las injustas acusaciones de
no créer en los dioses de la ciudad y de corromper a la juventud, atrás la
estéril defensa, atrás la capital condena, atrás la inútil insistencia del rico
Critón en presentar, primero, una garantía a los jueces, luego en comprar a los
carceleros: su dinero hubiera podido con todo; no comprendía que su maestro
entregara la vida por no traicionarla. Pero las leyes, había dicho el filósofo,
eran las leyes y había que cumplirlas siempre, y no destruirlas, para bien o para
mal; incluso, para propio mal. Por eso yacía Sócrates en el lecho de aquella
cárcel de Atenas, sintiendo que la muerte, empezando por los pies, le trepaba
por el cuerpo en busca de su ser. Mas antes que se hubiera apoderado ya de todo
él, descubrió su faz y pronunció las últimas palabras: « Oh, Critón, debemos un
gallo a Esculapio; pagadlo y no os olvidéis ».
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ResponEliminaChupalét
EliminaYo parle calatane en la chavale que las cavalas
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