divendres, 4 de maig del 2012

2.2. Obras más importantes de Leopolda Alas Clarín


Entre las obras de Leopoldo Alas Clarín encontramos novelas, ensayos, obras periodísticas, obras críticas y cuentos.
Algunas de sus obras mas destacadas son:
En primer lugar La Regenta
Otras obras de Leopoldo Alas son: Doña Berta, Su único hijo, El Gallo de Sócrates y Su perchería, Cuentos Morales, El señor y lo demás son cuentos etc.
Únicamente explicare los tres primeros junto a La regenta.

La regenta.

La Regenta es, sin duda, la obra maestra de Clarín y una de las novelas más importantes de la literatura española. En ella se retrata en toda su complejidad una ciudad de provincias, Vetusta (nombre tras el que e esconde Oviedo), en la que está representada la sociedad española de la Restauración. Clarín somete a una irónica crítica a todos los estamentos de la ciudad: la aristocracia decadente, el clero corrupto, las damas hipócritas, los partidos políticos. Todo ello conforma una atmósfera social asfixiante, opresiva, con la que choca la protagonista, Ana Ozores. Su temperamento sensible y soñador la lleva a refugiarse en el misticismo, pero su confesor, el canónigo Fermín de Pas, la decepciona cuando intenta aprovecharse de ella. Cae entonces en brazos de Álvaro Mesía, un mediocre don Juan, con el que vivirá una relación amorosa que no resultará ser más que un sucedáneo de sus ideales románticos. En el enfrentamiento entre Ana y Vetusta, la primera acabará siendo vencida, y, en consecuencia, marginada. La importancia de la presión ambiental, social, sobre la protagonista acerca la novela a las teorías del Naturalismo.


Doña Berta

Clarín nos narra la historia de una vieja dama solitaria que reside con su criada en el último rincón de Asturias. Resulta ser la última superviviente de una familia tradicionalista. Ha permanecido siempre soltera, pero no virgen pues tuvo un hijo fruto de un fugaz idilio con un capitán liberal que recogió herido durante la primera guerra carlista. El capitán prometió volver para casarse con ella, pero murió en la guerra, y cuando ella dio a luz, sus hermanos se llevaron al niño y nunca más volvió a verlo.
Un día la mujer conversa con un pintor que anda en busca de paisajes para inspirar sus cuadros. Congenian y ella le revela su secreto. El pintor le cuenta la historia de otro capitán que murió en una guerra posterior cuando todavía debía dinero a un amigo. Días después envía a doña Berta el retrato que le ha hecho a ella y también una copia en miniatura del retrato que hizo a aquel capitán. Al ver el rostro de éste, la anciana comprueba que hay un gran parecido con el capitán a quien ella amó, y deduce que es el hijo de ambos.



Su único hijo.

Superando la posición fija del narrador tradicional, y en la línea de la mejor novela europea de la época, cambia aquí constantemente el punto de vista y proyecta sobre la vida una mirada irónica que, al tiempo que la ilumina, la hace problemática La hispanista norteamericana Carolyn Richmons, gran conocedora de la novela del siglo XIX, , y especialista en Clarín, afrece un análisis cuidadoso de esta singular obra.





El gallo de Sócrates.

En la cárcel de Atenas, tumbado en el lecho, con el rostro cubierto por un velo, esperaba Sócrates, tranquilo y callado, los efectos últimos de la fatal cicuta. Atrás quedaban las injustas acusaciones de no créer en los dioses de la ciudad y de corromper a la juventud, atrás la estéril defensa, atrás la capital condena, atrás la inútil insistencia del rico Critón en presentar, primero, una garantía a los jueces, luego en comprar a los carceleros: su dinero hubiera podido con todo; no comprendía que su maestro entregara la vida por no traicionarla. Pero las leyes, había dicho el filósofo, eran las leyes y había que cumplirlas siempre, y no destruirlas, para bien o para mal; incluso, para propio mal. Por eso yacía Sócrates en el lecho de aquella cárcel de Atenas, sintiendo que la muerte, empezando por los pies, le trepaba por el cuerpo en busca de su ser. Mas antes que se hubiera apoderado ya de todo él, descubrió su faz y pronunció las últimas palabras: « Oh, Critón, debemos un gallo a Esculapio; pagadlo y no os olvidéis ».
Estas últimas y enigmáticas palabras de Sócrates son el punto de partida de un breve cuento de Leopoldo Alas Clarín.

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